El Estadio Marista se abarrotó de adultos, jóvenes y niños el pasado sábado 18 de abril con motivo de celebrarse el Día de la Familia Marista, instancia que invitaba a compartir la mesa eucarística y la familiar en un ambiente fraterno y de esparcimiento.
A las 11, 00 de la mañana se dio inicio formal a la actividad con la celebración de la Eucaristía. En ella, participaron activamente todos los estamentos colegiales, y el Padre Alberto Requenez, capellán del colegio, hizo una profunda reflexión acerca del rol de la familia y su presencia insustituible en la vida de niños y jóvenes. La acción de gracias estuvo a cargo del Presidente del Centro de Padres, don Pablo Castro.
Posteriormente se dio paso al almuerzo, momento en que todos los cursos junto a sus tutores y tutoras hicieron gala de su organización interna. Mientras se esperaba la hora de servir los alimentos, el Estadio se vio invadido por los juegos infantiles, el compartir de los adolescente y la charla amena de padres y apoderados que aceptaron de manera entusiasta este convite a la convivencia.
La tarde avanzó en forma grata y pausada dando lugar a una significativa sobremesa que puso de manifiesto una vez más el espíritu de familia que existe en el colegio. La situación climática ayudó también a que la presencia de las familias se fuera prolongando en el recinto, ya que las últimos grupos se fueron retirando alrededor de las 18, 00 hrs.. Un poco antes, el grupo musical del ex alumno y apoderado Helios Santibáñez había comenzado a deleitar a los presentes con su repertorio de cuecas.
Indudablemente, las palabras del Rector del Instituto – contendidas en una circular del 21 de abril - dan cuenta del sentimiento colegial experimentado tras la realización del encuentro familiar: “…agradecer a cada uno(a) ustedes por su generosa participación el sábado recién pasado; día de la familia marista. No cabe duda que el momento vivido fue un espacio para compartir, estrechar vínculos, conocerse y valorarse mutuamente. La “fraternidad” es eso, un sencillo gesto, en donde lo más importante es la vida, mi vida y la del que está conmigo, reconociendo al Dios amado entre nosotros”.